Cuando hablamos sobre las demencias o enfermedad de Alzheimer desde el área de Terapia Ocupacional, hacemos hincapié en la pérdida de habilidades, capacidades, etc., pero pocas veces lo hacemos sobre lo que estas pérdidas suponen para la vida de un individuo y más concretamente para los roles ocupacionales que desempeña en la sociedad en la que vivimos.
Entendemos como rol ocupacional, todas las actividades vitales que el individuo desarrolla dentro de la sociedad. Los roles median entre los requerimientos del ambiente social y las contribuciones del individuo. Son expectativas conductuales que acompañan a la posición o al estado de ocupación de una persona en un sistema social y sirven como medio primario a través del cual los individuos expresan el comportamiento ocupacional. Estos determinan obligaciones y expectativas, organizan el comportamiento e influyen en la manera en que las personas ocupan su tiempo.
El proceso de envejecimiento en sí, supone una pérdida progresiva de roles, sobre todo el rol de padre/madre y el rol de trabajador; así como una disminución de la capacidad económica y las aptitudes físicas, lo que muchas veces ocasiona relegar a la persona mayor a una posición secundaria, dependientes social y familiarmente. La persona mayor tiene que afrontar este proceso de adaptación buscando un nuevo rol social e influido por factores como el estado de salud física, la autonomía económica, su integración social y la amplitud de intereses.
Si a este proceso le sumamos la aparición de algún tipo de demencia, deterioro cognitivo o enfermedad de Alzheimer, la cosa todavía se agrava más. Muchas veces, las personas con este tipo de patologías se ven obligadas a dejar de ejercer ciertos roles, como puede ser el rol de abuelo/a, de cuidador/a, voluntario/a, amo/a de casa, etc., para asumir otros que no deseen asumir, como es el rol del enfermo. Por todo ello, se puede producir una ruptura con el estilo de vida previo, favoreciendo una alteración de su autoconcepto, y condicionando sus relaciones sociales y/o con el entorno, generando en algunas ocasiones situaciones de depresión y ansiedad.
La mayoría de las personas que sufren estas patologías se encuentran en edad adulta, por lo que los roles que se ven más afectados son los productivos, los roles para el desempeño del ocio y los roles de autocuidado de la propia salud.
Para evitar que estos roles se vean afectados se recomienda:
- Adaptar las rutinas y los roles a la nueva situación: puede que haya tareas que deban alterarse, modificarse o supervisarse, pero en la medida de lo posible, debemos dejar que sigan realizando la mayoría de las tareas de la manera más autónoma posible. Por ejemplo, en la tarea de asearse, puede que la persona no recuerde que debe ducharse, o que confunda el gel con el champú, o incluso que olvide enjabonarse algunas partes de su cuerpo, en ese caso, deberemos ayudarle recordándola que se duche, supervisando que se enjabone correctamente todo el cuerpo o facilitarle los objetos necesarios para realizar la actividad, pero eso no quiere decir que no sea capaz de realizar el resto de la tarea de manera autónoma. Si permitimos que sean lo más autónomos posibles y les permitimos realizar aquellas tareas que realizaban antes de la enfermedad, estaremos ayudando a que mantengan sus roles y por lo tanto su sitio dentro de su entorno social.
- Favorecer oportunidades para participar en actividades significativas: cuando hablamos de actividades significativas, hablamos de actividades que son importantes o tienen un sentido para la persona. Por ejemplo, si nunca le ha gustado el fútbol, será en vano que nos empeñemos en que vaya a ver un partido porque no querrá ir nunca. Por lo tanto, lo que debemos hacer es proponerle actividades lúdicas o productivas que susciten un interés para la persona. Por ejemplo, si es una persona que siempre le ha gustado mucho leer, quizás le interese ir a la biblioteca y elegir un libro, por lo que en la medida de lo posible deberemos facilitarle o animarle a que realice esta actividad.
- Contar con una buena red de apoyo: en la medida de lo posible, debemos fomentar que la persona siga manteniendo relación con sus amigos y familiares más cercanos. Si siempre se ha ido a tomar café con sus amistades, tenemos que animarle a que siga haciéndolo. A veces, es importante contar a la gente más cercana a nosotros, a aquellas que forman parte de nuestro día a día, la situación por la que atraviesa la persona e indicarle que dificultades puede tener para que le puedan entender y ayudar mejor.
Resumiendo, debemos recordar en todo momento, que ante todo y sobre todo y a pesar de su enfermedad, siguen siendo personas que tienen una función y un sitio dentro de nuestra sociedad.
Isabel Collado Javato
Terapeuta Ocupacional de AFAMSO